A todos nos ha pasado; percibimos a alguien débil y lanzamos ese comentario mordaz, astuto, con el que conseguiremos nuestros cinco minutos de fama o descargaremos nuestras frustraciones del día solo que, a veces, no medimos bien al oponente y sin esperarlo nos pone en su lugar.  Esperemos que Dilbert haya aprendido la lección antes de que se le suba la bilirrubina.

Share